“Mi objetivo es crear el efecto de estar mirando a una escena en el metro como si fuera un diorama en un museo de historia natural. Las imágenes presentan momentos congelados en el tiempo y ricos en detalles, permitiendo al espectador inspeccionar de cerca cada elemento y establecer conexiones entre ellos para entender la verdadera historia”.
Porque para Grabelsky, los viajes diarios en el metro revelan nuestro lado más salvaje.
El resultado es una serie de cuadros protagonizados por la fauna (literalmente) que se traslada en metro en la que los cuerpos humanos están coronados por cabezas de animales como monos, murciélagos o caballos, entre otros.
El hiperrealismo de las obras del autor genera una especie de familiaridad en el espectador, que cree reconocer a un compañero de viaje en el metro, envuelta en un sutil halo humorístico palpable en los distintos atributos de la vestimenta y los accesorios que llevan encima los viajeros, acordes a cada animal en concreto.