Cuadro pintado por Jaques-Louis David en el año 1801.En realidad, Napoleón Bonaparte cruzó las montañas montado sobre una mula pero le pidió a David que lo representara tranquilo, montado sobre un fogoso caballo y el neoclásico así lo hizo, por supuesto sin rechistar.
En un principio David le pidió a Napoléon que posara para él, pero Bonaparte se negó rotundamente.
Poco a poco fue construyendo la escena como si fuera un personaje legendario, un nuevo Aníbal o Carlomagno, nombres que de hecho aparecen inscritos en las rocas. Se ve que el militar ya tenía ambiciones.
Todo tiene un aspecto dinámico y Napoleón nos mira levantando su mano para que le sigamos en sus conquistas. Su cara es serena y seria, demostrando que podía ser un gran gobernante. El caballo por el contrario no es tan sereno. Esos ojos enrojecidos lo dicen todo.