En esta delicada vasija se presenta a un colibrí posado sobre una copa que podría representar una flor.
La copa formó parte de una numerosa y fastuosa ofrenda. Fue depositada a la izquierda del difunto de la tumba 1 de Zaachila, en el valle de Zimatlán, importante ciudad que, a la caída de Monte Albán, El sepulcro en cuestión está fechado en 1225 d.C.
La copa es del tipo códice, En dos franjas se trazaron grecas escalonadas que representan esquemáticamente serpientes, animal sagrado. En la banda cercana al borde se pintaron a detalle animales alter ego de los dioses: un jaguar, dos águilas y un tlacuache. En el borde de la vasija se posa un colibrí en actitud de prepararse a libar.
Es uno de los ejemplares más sobresalientes de la cerámica policroma mixteca.
La importancia de esta ave en el mundo de los muertos se enfatiza en un muro de la tumba 1, donde se le modeló en vuelo, mostrando la creencia de la inmortalidad de esta avecilla que podía entrar y salir del inframundo.
Al colibrí se le asociaba con los guerreros, curiosamente es un ave bastante agresiva y territorial; con la nobleza, quienes exhibían sus plumas en sus atuendos; con el sol, por la iridiscencia que lo distingue; con el arcoíris, por el colorido de su plumaje; con la fecundidad por la abundancia de flores que favorece y con la resurrección por aparecer y desaparecer en temporada de lluvia y de secas, simbolizando vida y muerte. Ayer y hoy, el colibrí está rodeado de magia y leyendas.