Si hiciéramos un recorrido por los anuncios publicitarios que veían nuestras madres y abuelas, nos espantaríamos del concepto de mujer como era representada hace algunos años. Anuncios que sin ningún recato las presentaban como tontas, serviles, incapaces, complacientes y abnegadas, incluso algunos en los que la violencia hacia ellas era abiertamente aceptada. Hoy existe una mayor conciencia acerca de los derechos de las mujeres y, sobre todo, gracias a los cambios sociales los contenidos se han modificado.
La definición de estereotipos, los más tradicionales y, también, los más persistentes son, hasta hoy, el ama de casa y la mujer objeto. Para el ama de casa, el hogar ha sido, por generaciones un espacio considerado femenino por excelencia; es ahí donde la mujer lleva acabo sus tareas. La labor doméstica no se considera un trabajo, sino una condición natural de género. Ella mantiene la casa rechinando de limpia, la ropa muy blanca, además de suave, impecable y fragante; cuida a los hijos, los lleva a la escuela, los baña y educa. Por si fuera poco hace las compras, por lo que es una consumidora experta. Así es como las mujeres se ganan el cariño de su familia y allegados, y logran el muy importante objetivo de agradar.