
Le digo: “¡Mira, papá!” y le señalo mi torre torre, como si fuera el trofeo más importante del universo. Él dice “Ajá…” sin levantar la vista. No sé si lo vio o si solo lo dijo por decir. Entonces me quedo quieto, esperando que sus ojos se despeguen de esa luz que brilla más que yo. Me pregunto qué hay ahí que es tan interesante… más interesante que mi torre, o que yo.
A veces pienso que si fuera tan chiquito como su celular, sí me miraría todo el tiempo. Pero cuando por fin levanta la vista y me sonríe, aunque sea por un segundo, el mundo vuelve a ser pequeño otra vez. Y en ese instante siento que sí soy importante… aunque todavía no sé si más que su pantalla.